Todo lo que pensó que podía hacer en la vida lo ha hecho y mucho más. Pero no sin sacrificio y sin tener que renunciar a multitud de cosas. Ahora se codea con los grandes.
A Cuchus Pimentel la casa de su tío en el número 71 de José Antonio, ahora el 57 de Urzaiz, le recuerda su infancia y adolescencia, cuando llegaba con su familia desde Lugo para veranear o pasar las fiestas navideñas.
«Era una casa de okupas, estaban mi tía y mi tío y nosotros cinco, me encantaba ir a la playa de pequeño, ahora ya no me gusta, como mucho media hora, no entiendo cómo se baña la gente con el agua tan fría».
De aquella, ya tocaba la guitarra, él y sus dos hermanos, pero no viajaban con ella, porque no les cabía en el coche.
Él fue quien empezó a tocar primero, pero en su casa lo que hacía uno lo hacían todos. Con el tiempo ha sido el único que ha continuado a fuerza de renunciar a muchas cosas.
Por suerte, el edificio en el que vivían sus tíos Julio y Concha, ya fallecidos, apenas ha cambiado con el paso del tiempo. Hasta la escalera conserva el pasamanos de madera. La única diferencia es el negocio del bajo. El restaurante Casa Julio de su familia se ha transformado ahora en una charcutería.
Desde entonces por la vida de Cuchus Pimentel han pasado muchas cosas y, sobre todo, una preparación muy intensa hasta llegar a hacer de él un filósofo de la música, más que un guitarrista.
Vigo y Madrid
Vive en Vigo y trabaja en Madrid. «En Vigo toco un par de veces en el Manteca, pero esto es un juego de niños, por ahí la cosa es mucho más complicada y tienes que trabajar mucho», explica, para añadir acto seguido que la gente piensa que solo trabajas cuando estás en el escenario, cuando eso es lo que menos cuesta de todo.
Da clases, hace grabaciones, compone música. Cada concierto de Cuchus es un proyecto, casi nunca hace dos veces lo mismo. «Todo lo que pensé que podría hacer en la vida lo hice y mucho más», comenta. Quién le iba a decir que llegaría donde ha llegado y que iba a conocer a los grandes guitarristas de flamenco.
Pero antes tuvo que hacer de todo, tocar con orquestas en bodas y bautizos y trabajar de camarero para comprarse una guitarra, que cuesta por encima de los 6.000 euros. Ha tenido que actuar el día anterior a la muerte de su madre, la mayoría de las muertes familiares le sorprendieron cuando actuaba.
Ocupación
Su ocupación principal tiene lugar con una compañía integrada por siete hermanos, Los Vivancos. Con ellos ha tocado en distintas ciudades del mundo. Luego, tiene su grupo, y a veces actúa en solitario. Es capaz de tener veinte espectáculos en la cabeza y de aclararse. No le queda más remedio.
Cuchus piensa que el flamenco tiene muy buena acogida en Vigo. Al menos a nadie le apluaden tanto como a él cuando toca en el Manteca.
«El flamenco gusta mucho más que el jazz, es más atractivo para cualquier persona, aunque a veces tengas que ser un iniciado, engancha más; la gente cree que en Galicia no gusta, pero es de los sitios que más», explica el guitarrista.
«Hace quince años nadie se creía que fuese gallego tocando flamenco, hoy ya no; en Madrid hay músicos de todas partes, los extranjeros están copando el flamenco», advierte Cuchus Pimentel. Como muestra está su grupo, integrado por gallego, italiano y venezolano.
Un panorama muy diferente al de hace unos años, cuando no se podía tocar si no eras madrileño, andaluz o gitano. Ahora, como en su caso, ya puede ser guitarrista de flamenco con nombre y apellido. Aún recuerda cuando hace quince años hablaban mal de Camarón, mientras que hoy todo el mundo reconoce que es lo máximo, ya forma parte de la ortodoxia.
Jazz
En su día tocaba jazz, pero llegó un momento en que tuvo que decidirse y lo hizo por el flamenco. «Si hubiese seguido con el jazz me habría ido a Nueva York, me faltaba eso aquí, tocaba técnicamente bien, pero no sabía qué tenía que hacer, no se puede tocar toda la vida con los amigos, porque no dominas la historia, hay que pelear con los músicos de Harlem». En su opinión el jazz está institucionalizado en España, ahora cualquier músico ha pasado por la academia, mientras que antes eran autodidactas.
Es la diferencia entre el jazz y el flamenco, que este último, a diferencia del primero, todavía está vivo, no está institucionalizado, no se enseña en los conservatorios y todavía se toca en la calle por puro instinto.
Llegado el momento supo encauzarlo y ver lo fundamental.
Para Cuchus la música es muy complicada y en especial el flamenco. Si la gente no lo toca, dice, es porque es muy difícil y una disciplina muy dura, incluso físicamente, requiere de mucha fuerza.
Confiesa que, pese a la experiencia que acumula, todavía se pone muy nervioso cuando actúa, como todo el mundo, y si no, no hay más que echar una ojeada en un camerino de teatro.
Fuente: La Voz de Galicia